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Desde la creación del Concejo de Caravaca como organismo de gobierno y gestión municipal se hizo necesaria la disposición de un lugar para custodiar los documentos que reglamentaban el desarrollo de la vida social y económica de la población. La documentación se conservaba en el interior de una arca que se cerraba con tres llaves, una que estaba en posesión del alcalde mayor, otra del regidor más antiguo y la restante del escribano del ayuntamiento.

En 1658 el arca se guardaba en la planta baja del edificio del Pósito, en una habitación oscura y húmeda totalmente inadecuada por lo que se determinó la fabricación de una nueva arca y su traslado a las salas capitulares. Se ordenó la formación de un inventario del archivo, pero este no se realizó hasta 1687, fecha en que se comisionó a los regidores Bartolomé Alvarez Gallego y Ginés Vélez de Aledo para dicha composición, incluyendo los documentos que “estubieren ocultos”.
Con el transcurso del tiempo el edificio que ocupaba el ayuntamiento llegó a amenazar ruina por lo que se decidió la construcción de otro nuevo. Entre tanto y de forma interina se alquilaron unas casas para la celebración de las sesiones y demás actividades propias del gobierno municipal, dedicando por primera vez una de las habitaciones a archivo. Este edificio se utilizó como ayuntamiento desde el 1 de enero de 1720 hasta el 3 de enero de 1763, fecha en que se inauguró el nuevo edificio, que es el que ocupa actualmente. En él también se dispuso una habitación para su uso como archivo. Un documento de 1795 señala que el ayuntamiento estaba compuesto por tres piezas: una para las sesiones y las otras dos para archivo del común y archivo de las escribanías. Pronto se necesitó mas espacio, por lo que en 1855 se amplió el mismo incorporándole las habitaciones situadas en la parte superior del almudí y destinándolas a despachos, archivo y oficinas.
El primer intento conocido de organización sistemática del archivo municipal de Caravaca se produjo en 1777 por mandato de D. Marcos Mayoral, Intendente General del Reino de Murcia. En la información previa se especifica la ubicación del mismo en las salas capitulares, su contenido y mal estado de conservación.
A mediados del siglo XIX la antigüedad y dificultad de lectura de algunos documentos hizo que el ayuntamiento ordenara la transcripción de los mismos. El trabajo se encargó a Agustín Marín de Espinosa, autor del libro "Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca (y del aparecimiento de la Sma. Cruz)", quién concluyó su labor a principios de abril de 1856. Un año después se le encargó también la ordenación del archivo y la elaboración de un nuevo inventario del mismo.
A lo largo del siglo XX, el archivo ha sido atendido de manera intermitente. A finales de 1906 fue nombrado archivero el ingeniero Antonio de Béjar Ciller responsable, entre otras obras y proyectos, de la escalinata de acceso al Templo de la Vera Cruz. En esta situación se mantuvo, aunque notablemente mermado por los avatares históricos y las sustracciones intencionadas, hasta 1982 en que se volvió a organizar y catalogar, no habiéndose interrumpido desde esa fecha los trabajos en él. Tras el desalojo del edificio del ayuntamiento en 1988 para proceder a su restauración el archivo tuvo diversos emplazamientos hasta que en 1994 se instaló en la Casa de Cultura, en la Plaza del Templete, ubicación que no se puede considerar definitiva debido a problemas de espacio, ya que el que tiene asignado no tiene capacidad suficiente para albergar la totalidad de unos fondos documentales que crecen diariamente.